12/03/11
Hablando de la sociedad de consumo cabe señalar algunos datos históricos sobre los inicios del consumo, que nos situarán en las causas y desarrollo de nuestra sociedad actual. Sabemos que el consumo ha cambiado a lo largo de la historia, tanto es así, que podemos afirmar que fue a partir de la crisis de los 70 cuando se produjeron una serie de cambios que repercutieron de forma notable en el consumo.
Hablando de la sociedad de consumo cabe señalar algunos datos históricos sobre los inicios del consumo, que nos situarán en las causas y desarrollo de nuestra sociedad actual. Sabemos que el consumo ha cambiado a lo largo de la historia, tanto es así, que podemos afirmar que fue a partir de la crisis de los 70 cuando se produjeron una serie de cambios que repercutieron de forma notable en el consumo.
Como todos sabemos, toda época de crisis, es una época de cambios, cambios fundamentalmente sociales, que afectan a la sociedad en su conjunto, a su forma de pensar, de enfrentarse al mundo y cambios en sus hábitos.
A partir de esta crisis de los años 70 se inició el fin del capitalismo industrial tal y como se había conocido hasta entonces, ya que la industria simbolizada, desde 1850 a 1970, por la fábrica tradicional, la chimenea de humo, los ritmos de actividad y la disciplina del trabajo (taylorismo y fordismo), estaba en trance de desaparecer para dar paso a una nueva realidad social iniciada tras la crisis.
Por otra parte, los consumidores cada vez están menos dispuestos a consumir productos estándares y es que, en realidad, se estaba pasando de un consumo en masa (consumismo) a un consumo diversificado (prosumerismo). Esto supone la aparición de la planificación de la obsolescencia del consumo, donde los productos no quedan obsoletos porque pierdan su valor funcional, sino porque dejan de ser “atractivos”.
Nos encontramos, por consiguiente, en una etapa caracterizada por un mercado muy fragmentado y variable, donde no todo el mundo quiere consumir el mismo producto o diseño. Esto conlleva la inestabilidad en los volúmenes de producción (más limitados), la constante entrada de productos nuevos y, la influencia de círculos sociales. La demanda es ahora, más que nunca, de carácter social.
La llamada sociedad de consumo, apareció como consecuencia de la producción en masa de bienes que reveló que era más fácil fabricar los productos que venderlos, por lo que el esfuerzo empresarial se desplazó hacia su comercialización (publicidad, marketing, venta a plazos, etc.).
Este modelo fundado en los llamados “felices veinte” se estiró, con un prolongado periodo de depresión económica, hasta que, en torno a 1970, se inició la que algunos llaman, Tercera Revolución Industrial, la revolución de la microelectrónica, del automatismo y de la informática, hecha posible gracias a los nuevos medios de comunicación, los robots y los ordenadores.
Fue partir de la Segunda Guerra Mundial, en la década de los 50, cuando la producción cobró una gran importancia, contribuyendo a aumentar las necesidades; entre otras causas, porque las exigencias del propio desarrollo capitalista condujeron a una situación en la que la demanda del consumidor debía ser a la vez estimulada y orientada, en un mercado en constante expansión y transformación cualitativas internas, como consecuencia del cambio estructural del primitivo capitalismo de producción en el que podemos llamar neocapitalismo de consumo.
Entendemos por sociedad postindustrial el estado de un sistema social que ha evolucionado según unos cambios específicos en su estructura que corresponden a un estado de desarrollo posterior al proceso de industrialización clásico de la Revolución Industrial. En una sociedad posindustrial se produce una transición económica, que reestructura la sociedad entera, entre una economía basada en la industria a otra basada en los servicios, una división del capital nacional y global (globalización).
En la sociedad postindustrial, el crecimiento económico se vincula, sobre todo, a la necesidad de conquistar nuevos mercados (lo que otorga especialísima importancia a la publicidad). Es una sociedad que necesita más consumidores que trabajadores, de donde deriva también la ascendente importancia de las industrias del ocio, que explotan el creciente tiempo libre de los ciudadanos. Desde esta óptica mercantil y despersonalizada, los sujetos tienden a dejar de ser vistos como individuos, para pasar a ser meras funciones sociales, tanto a efectos de su utilización como a efectos estadísticos, con finalidad política (electoral) o comercial (consumo).
Esta sociedad no se caracteriza sólo por el crecimiento rápido de los gastos individuales, sino, también, por el crecimiento de los gastos asumidos por terceros (sobre todo por la Administración) en beneficio de los particulares, de los que algunos aspiran a reducir la desigualdad en la distribución de los recursos,
Se perfila, pues, una definición del consumo entendida como toda producción y gasto más allá de la estricta sobrevivencia, donde lo superfluo precede a lo necesario, donde el gasto precede en valor a la acumulación y la apropiación. Pero a pesar de esto, en tiempos de crisis económica y crisis del consumo se ve afectado, ya que el consumidor deja a un lado aquellos productos que no son de primera necesidad.
Igualmente, en esta sociedad destaca la siguiente paradójica situación, ya que una parte cada vez mayor de la población activa trabaja en sectores cuyo desarrollo está ligado precisamente a la reducción general del tiempo de trabajo, como son las industrias y los servicios del ocio e industrias culturales. En cierta manera, dentro de la sociedad de consumo, el tiempo ocupa una especie de lugar privilegiado, es un tiempo que es consumido.
En la sociedad postindustrial las clases sociales dejan de tener importancia, dando lugar a que los rasgos de identificación se vinculen con otros aspectos. Esta pérdida de las señas de identidad de clase social es impulsada en buena parte por el cambio estructural en las relaciones de producción. Las grandes compañías no acogen ya en su seno los distintos estratos sociales, empresario, ingeniero, obrero, potenciando así la idea de pertenencia a una misma estructura con distintas clases. Ahora, en la sociedad postindustrial, la tercerización del trabajo divide las compañías en otras más especializadas en las que se diseña, gestiona o produce, pero nunca se realiza el proceso completo, separando a los trabajadores en distintas compañías y, gracias a la globalización de la economía y los procesos de deslocalización, en distintos países. Aunque sí desaparece el sentimiento de pertenencia a una clase social las clases en sí no han desaparecido.
Actualmente y a raíz de los cambios producidos en la sociedad postindustrial , nos encontramos en una sociedad desarrollada, con avances científicos y tecnológicos que son ya parte de nuestra vida cotidiana en forma de productos y servicios que intentan hacernos la vida mas facil. Es nuestro mundo totalmente digitalizado y tecnológico que crece de forma imparable.
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